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El profundo deterioro de la Policía Nacional

  • Por Susana Oviedo
  • 19 oct 2016
  • 2 Min. de lectura

Enferma de corrupción, sin liderazgo positivo y con la credibilidad por el suelo, así está la Policía Nacional y –salvo contadas excepciones– hay que agregar la falta de profesionalismo que evidencian los miembros de esta institución.

En estos últimos días con un solo incidente quedó patente la conducta delincuencial que se volvió normal en la Policía.


En cualquier reunión salta ahora alguna anécdota con la Policía o conoce a alguien que se vio obligado a zanjar un apriete policial, previo pago en la mismísima comisaría.


La incursión de las patrullas sin luces que actúan a la caza de personas saliendo de algún evento social o a la pesca de algún joven o una mujer a altas horas de la noche, es ya una práctica cotidiana. Entretanto, los motoasaltantes activan a sus anchas.


Por eso es difícil creer que los jefes policiales no estén al tanto de los operativos o que no estén alentando ellos mismos una actuación como la que quedó registrada la semana pasada en una intervención de personal de la Comisaría 11, fuera de su jurisdicción, y que afectó a la joven empresaria Tanya Villalba. Salir a recaudar a como dé lugar no puede pasar inadvertido a los comisarios y a la propia Comandancia. Más aún, cuando generalmente las extorsiones terminan materializándose en las propias comisarías.


En fin, llueven las historias de aprietes. Pero pocos tuvieron el coraje y la inteligencia de filmar a los policías y de afrontarlos con el coraje de esta chica. Por lo general, la gente opta por pagar y quedar bien con los policías, por aquello de "más vale tenerlos de tu lado, que en contra".


Si son capaces de actuar como lo han venido haciendo, es normal pensar que pueden ir mucho más lejos y hacerles la vida imposible a quienes no colaboren con ellos. Lo saben los comerciantes de las principales avenidas. La cuota para el señor comisario está en el presupuesto de cualquier comercio que quiera funcionar sin sobresaltos.


La vocera de la Policía Nacional, comisario Elisa Ledesma, explicó la situación en una entrevista, diciendo que "si hay oferta es porque hay demanda". Es decir, además de reconocer la existencia del hecho, justifica la falta de ética de sus compañeros policías con el endeble argumento de que estos son tentados por terceros a ser corruptos. Qué fácil. Tanya Villalba o el joven Richard Pereira, también víctima de malos policías, demuestran que no es así.


¿Cuánto más debe deteriorarse la Policía Nacional para que se lleve adelante un proceso sostenido y serio de depuración? Para que la podredumbre no contamine además tan fácilmente a los jóvenes que abrazan esta profesión, como ocurrió con la suboficial Petrona Ovelar, que al comienzo de su carrera ya está procesada.


Si no se pone corte a esta descomposición de la Policía, pronto sobrarán excusas para justificar la creación de grupos parapoliciales o que la gente haga justicia por mano propia. Entonces, perderemos todos.


Fuente: www.ultimahora.com/


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