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¡Qué quilombo!

  • Por Luis Verón
  • 28 nov 2016
  • 2 Min. de lectura

Con el correr de los años y la errónea interpretación de los hechos y circunstancias, muchas palabras adquieren un particular sentido, tan alejado de su verdadera significación. Una de ellas es una “palabreja” tan desprestigiada como utilizada para describir situaciones irregulares con una connotación de promiscuidad y desorden: el quilombo. Pero fuera de disquisiciones prostibularias, el quilombo no era –antiguamente– otra cosa que un refugio en lo profundo del monte.


Un quilombo es un quilombo. Sí. Y cuando una situación es lo más parecido a lo que se vive dentro de un quilombo es algo enquilombado o quilomberil. O un bolonqui, según su denominación lunfarda. Quilombo es una palabreja desprestigiada, arrinconada..., arrumbada en lo profundo de lo grosero, pero permanentemente convocada para definir los más desordenados momentos o circunstancias.


Originada en lo profundo del África negra, trasladada a América con su sentido puro, sin afeites ni retoques, la incomprensión de la sociedad la trocó en una mala palabra, en grosería; pero convertida en toda una institución. Una institución tan antigua como la historia de América. Y una palabra tanto o más aún.


Tan antigua en América, que su historia arranca con la presencia del hombre de color en el continente –que algunos afirman que, inclusive, ya es anterior al descubrimiento, a finales del siglo XV–, cuando vinieron masivamente los negros africanos en grandes cantidades dentro del marco del tráfico de esclavos.


Hoy un quilombo, para el común de la gente, no es otra cosa que un burdel, un lupanar, un prostíbulo. O, en un alarde de puritanismo, una casa de lenocinio. Un lugar donde el desenfreno es moneda común. En fin, un quilombo.


Y el quilombo –o sea, el burdel– también es muy antiguo en esta parte de América. Ya con don Pedro de Mendoza, el adelantado, vino el primer rufián que puso en el Río de la Plata la primera “casa de mujeres enamoradas”, como las llamaban entonces. De aquel pionero quedó el recuerdo de su apellido: Cantero.

Fuente: www.abc.com.py/


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