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Que se queden en sus casas

  • Foto del escritor: R Itape
    R Itape
  • 8 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

La festividad de la Virgen de Caacupé comenzó siendo puramente religiosa, hasta que, lamentablemente, en tiempos de la dictadura de Stroessner, él mismo y sus acólitos comenzaron a utilizarla como escenario para hacerse ver, para proclamarse muy religiosos ante la multitud, con obvios fines proselitistas que hacían burla grotesca de la fe popular. Esta demostración de supuesta devoción no les impidió continuar cometiendo sus fechorías el resto del año ni comportarse siempre con total desprecio por los principios cristianos. Con los gobiernos democráticos posteriores, las autoridades continuaron concurriendo puntualmente a Caacupé, pero sus actos también están en grave falta con la sociedad y con la fe religiosa. Es de desear que las autoridades que peregrinen este año al lugar adopten la determinación de servir mejor y más honesta y lealmente a todos sus compatriotas. Si no van para esto, es mejor que se queden en sus casas, porque sus falsedades, sus deshonestidades, su “figuretismo” político, constituyen faltas graves que no engañan a la Patrona del Paraguay, a quien supuestamente van a rendir devoción.


En el Paraguay, la festividad de la Virgen de Caacupé comenzó siendo puramente religiosa hasta que, lamentablemente, en tiempos de la dictadura de Stroessner, él mismo y sus acólitos comenzaron a utilizarla como escenario para hacerse ver, para proclamarse muy religiosos ante la multitud, con obvios fines proselitistas que hacían burla grotesca de la fe popular.


Esta demostración anual de supuesta devoción católica no les impidió continuar cometiendo sus fechorías el resto del año ni comportarse siempre con total desprecio por los principios cristianos, entre los cuales el respeto a la dignidad humana resultaba el más vapuleado.


Con los gobiernos democráticos posteriores, pese a haberse avanzado mucho en cuanto al respeto de los derechos humanos y a las libertades cívicas, no sucedió lo mismo en otros aspectos, particularmente en el deber fundamental que predica la religión católica –de modo especial a los políticos–, cual es la preocupación por el bien común material y por la salud moral de la población gobernada, por la equidad en el aprovechamiento de los recursos públicos y por la justicia.


El progreso material provee y asegura bienestar a la sociedad; el bienestar general fomenta la buena conducta de las personas y, en definitiva, este círculo virtuoso redunda en beneficio de todos. Las sociedades que se sienten bien material y espiritualmente son mucho menos proclives a producir o padecer los males que se ven en tantas otras, lo cual es fácil comprobar solamente observando el mapa político del mundo.


Guiar este proceso hacia ese objetivo es lo que fundamentalmente queda a cargo de la política y de quienes la ejercen; y, por eso, cuando los políticos se desvían de ese camino y se dedican a aprovechar su posición para satisfacer finalidades egoístas, entonces pasan a convertirse en lastres para el progreso, en malos ejemplos de conducta para los jóvenes, en promotores de la miseria, del malestar, de la violencia; en resumen, del pecado en todas sus formas de expresión, individuales y colectivas.


El presidente Cartes, a poco de asumir su cargo, invocó varias veces a Dios y a la Virgen en sus discursos y declaraciones. Con motivo de la visita del papa Francisco y también de su visita al Vaticano, se mostró muy devoto y cumplidor de sus obligaciones de gobernante y de católico. En apariencia, pues, todo parecía estar a la altura de lo que se esperaba de él por la condición que representa. Sin embargo, debe pesar sobre su conciencia que lo que hizo de bien por sus gobernados es demasiado poco en comparación con lo que, hasta ahora, dejó de hacer.


Porque en nuestro país siguen faltos del respeto debido los puntos cardinales del cristianismo, es decir, la honestidad, la solidaridad, la austeridad y otras virtudes que no se ven brillar en el manejo del Gobierno ni en la conducta de muchas personas que lo ejercen. Por el contrario, la corrupción, la acumulación ilícita de riquezas a expensas de las necesidades de la gente, el “pokarê”, el clientelismo, el prebendarismo, el tráfico de influencias, la inseguridad, y otros males que mantienen a nuestro país en la pobreza, son otras tantas materias políticas pendientes de ser combatidas.


Merece un párrafo especial la administración de Justicia, holgazana, venal, cobarde, sometida al poder político, cuyos miembros no demuestran sensibilidad social ni cuidado por el fiel cumplimiento de su función esencial ni, mucho menos, por su imagen. La Justicia, de la cual depende tanto el éxito en el combate contra los más graves pecados sociales como la violencia en general y el desprecio por la honradez y el respeto hacia lo ajeno, está en grave falta con la sociedad y con la fe religiosa.


Dadas estas condiciones, es fácil que prosperen las malas costumbres, el narcotráfico, los secuestros, la proliferación de nuevas modalidades delictivas como la de los “motochorros”, el acto violento de todos los días, la inseguridad en sus diversos matices, y la impunidad con que actúan los ladrones públicos y los criminales comunes.


La festividad de Caacupé debería ser mucho más que un acto anual demostrativo de fe y veneración hacia la Virgen María. Tendría que ser una oportunidad para que cada quien –sobre todo los políticos– confiese sinceramente sus faltas, aunque sea en lo íntimo de su conciencia, y se formule el propósito de enmienda con determinación y firmeza.


Esto querríamos todos ver suceder tras dichas festividades, durante todo el año, principalmente de parte de nuestros dirigentes; y no porque los consideremos más pecadores que los demás, sino porque sus pecados causan mucho más daño que las caídas morales que individualmente sufren las personas que no tienen a su cargo obligaciones públicas. Los pecados políticos son generadores de muchos mayores males.


Este año, por consiguiente, la peregrinación de la fecha dará otra oportunidad para que altos miembros del Poder Ejecutivo, así como legisladores, jueces y magistrados, funcionarios públicos y dirigentes políticos en general, adopten la determinación de servir mejor y más honesta y lealmente a todos sus compatriotas.


Si no van para esto, es mejor que se queden en sus casas, porque sus falsedades, sus deshonestidades, su “figuretismo” político, constituyen faltas graves que no engañan a la Patrona del Paraguay, a quien supuestamente van a rendir devoción.


Fuente: www.abc.com.py/




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