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Incertidumbres

  • Foto del escritor: R Itape
    R Itape
  • 15 mar 2017
  • 2 Min. de lectura


Nada peor que la incertidumbre en cualquiera de las actividades humanas. Tal y como lo dice la Academia, la falta de ?conocimiento seguro y claro de algo? o bien la ausencia de una ?firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar? crea ambientes de zozobra y desata temores e incertezas que obligan muchas veces a cancelar iniciativas o variar de rumbo. Los latinoamericanos sabemos mucho de incertidumbres por la inestabilidad que nos caracteriza como entidades políticas soberanas. Muchas naciones hemos superado largamente los dos siglos como República y aún estamos lejos de consolidarnos en lo institucional.


El Paraguay no es la excepción. Hace 206 años que rompimos con la metrópoli colonial y que debimos luchar denodadamente para impedir que el yugo monárquico fuera reemplazado por el amenazante dogal del virreinato porteño erigido en aquella altisonante y efímera entidad denominada Provincias Unidas del Río de la Plata.


Teníamos clara nuestra idea de soberanía e independencia, tanto que nos costó una cruel guerra en la que perdimos vastos territorios y miles de vidas pero de la que salimos fortalecidos como Nación y como República. Al menos eso creímos luego de padecer, a lo largo del siglo XX, una larga sucesión de golpes y asonadas, otra guerra internacional y una de las dictaduras más duraderas del continente de la cual salimos, una vez más, pagando una alta cuota de sufrimiento.


La transición iniciada en 1989 tuvo un momento cumbre el cual, con sus aciertos y sus errores, nos permitió avanzar en el camino de la institucionalización: la convención nacional constituyente y su producto final, la carta magna que nos rige. Quisimos asegurarnos, en esos días, de que las aventuras totalitarias y los proyectos personalistas fueran definitivamente enterrados. Colocamos explícitamente a la dictadura fuera de la ley, renunciamos a la guerra aunque no a la legítima defensa como nación soberana y prohibimos la reelección presidencial porque hemos padecido, bajo esa figura, los efectos de la megalomanía y el providencialismo de manera descarnada y sangrienta.


No debemos olvidar todos esos tramos amargos de nuestra historia o, como asegura el proverbio, estaremos condenados a repetirlos una y otra vez. Los convulsivos síntomas de que volvemos a caminar en esa dirección, la de copiar los errores del pasado, minan lo poco o mucho que hemos logrado en nuestro camino de consolidación como democracia, cubriendo a este sufrido Paraguay con una densa niebla de incertidumbres. En medio de ella, es poco probable tener ese ?conocimiento seguro y claro? que se requiere para concretar cualquier proyecto de bien público.


Y si ese clima nos desalienta a quienes vivimos en el Paraguay, cómo pedir a extranjeros que vengan a trabajar e invertir con confianza, cuando nada parece convencer a los responsables de la conducción política de abandonar su insensato propósito de dinamitar la República.


A este fin último y letal parece estar condenado el Paraguay.


Fuente: n.5dias.com.py/


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