¿Se aproxima una era de oscuridad?
- R Itape
- 2 abr 2017
- 3 Min. de lectura

Quienes hayan visto la película “Ausencia de malicia” tendrán presente su fondo argumental: el poder de un medio de comunicación para modificar la vida de una persona a través del periodismo de investigación. Yendo un poquito más atrás, otro clásico de la prensa crítica y analítica: el episodio Watergate, cuando The Washington Post, uno de los diarios más influyentes del mundo, dinamitó los cimientos del segundo mandato del presidente Richard M. Nixon acusándolo de espiar el cuartel central del Partido Demócrata rumbo a las elecciones de 1972. En ambos casos, el primero ficticio y el segundo real, los organismos de seguridad interna de EEUU, entre ellos el FBI y el Consejo Nacional de Seguridad, chocaron contra un muro impenetrable: la reserva de fuentes y la autonomía editorial de los grandes medios de prensa norteamericanos. Pero aún esa roca sólida tiene sus grietas. El caso de la heroína de “Ausencia de malicia” se vio replicado en un episodio real, cuando en 2005 una periodista de The New York Times fue encarcelada por negarse a revelar a un juez el origen de una información que comprometía a agentes de la CIA, mientras un colega de la revista “Time” cantaba como un canario en libertad el origen de la misma noticia. Batallas como estas son verdaderos clásicos en las cátedras de periodismo en todas las universidades del mundo. Pero ahora, sobre todo después del 11 de setiembre de 2001, las cosas han cambiado y es otro el clima que envuelve el ejercicio del periodismo. La irrupción de las redes sociales ha inaugurado una nueva era de relacionamiento entre el poder político y la comunicación masiva.
De hecho, aún está irresuelta la polémica de si las redes son o no un medio de comunicación. “Medios de comunicación y redes sociales son dos caras de la misma moneda” sostenía el diario El Mundo de Madrid en el I Congreso Iberoamericano de Redes Sociales. Para algunos, las redes han cambiado a los medios mientras que para otros son un medio en sí mismas. Pero mientras esta polémica truena en los recintos académicos, el poder político avanza sobre las redes. El último episodio lo está protagonizando WhatsApp cuyo editor jefe, tras el último atentado en Londres, ha prometido una amplia cooperación con la justicia para dar con sus perpetradores. ‘‘Estamos horrorizados por el ataque ocurrido en Londres y cooperaremos con las investigaciones’’, prometió la empresa.
Esta posición tiene precedentes. En enero de este año, YouTube, Facebook, Twitter y Microsoft se unieron para trabajar juntas e identificar y eliminar el contenido extremista de sus páginas compartiendo información y creando una base de datos con los vídeos e imágenes que promueven el terrorismo, según reportaba El País de Madrid. ¿Se trata de una amenaza directa a la libertad de prensa o es una nueva manera de entender la “colaboración” entre medios masivos, la justicia y el poder político? Esta es otra polémica de fondo que empalidece a la primera. La próxima vez que Ud., amable lector, rellene en algún sitio web una ficha con sus datos personales (nombre, edad, residencia, fecha de nacimiento, sexo, preferencias, etc.), sepa que su perfil estará instantáneamente en los archivos de la CIA, el FBI, Scotland Yard, Sureté, etc., listo y “online” para ser gatillado ante cada episodio terrorista. Piénselo. Y aunque el cierre de este editorial parezca incongruente, se lo dejamos como un aporte a la necesidad de reflexionar seriamente sobre el mundo que estamos viviendo. Es el nuevo lema de The Washington Post, inaugurado con la “era Trump”: “Democracy Dies in Darkness”, la democracia muere en la oscuridad.
Fuente: www.5dias.com.py/