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Regreso a la concordia americana

  • Por Luis Verón
  • 11 jun 2017
  • 4 Min. de lectura

Si bien los bolivianos se parapetaron formidablemente en el bastión de Villa Montes, las últimas acciones bélicas llevadas a cabo obligaron a Bolivia a concertar un armisticio, firmado en la capital argentina el 12 de junio de 1935.

Los soldados paraguayos en perfecta formación. Algunos de ellos descalzos. En el campo de batalla demostraron la bravura guaraní en defensa del Chaco paraguayo. / ABC Color

A mediados de mayo de 1935 terminó la ofensiva boliviana, durante la contienda chaqueña. A partir de entonces, solo se dieron algunos encuentros de patrulla, combates de infantes atrincherados y algunos duelos de artillería, hasta que se dio el golpe final con la caída de Mandyyupecuá.


Enterado el general Estigarribia de que las negociaciones diplomáticas celebradas en Buenos Aires iban por buen camino y que se estaba a punto de llegar a acuerdos tendientes a lograr la paz, dispuso una última acometida con el propósito de asestar un golpe en el centro del dispositivo boliviano, para lograr detener el avance de estos hacia Huirapitindy y 27 de Noviembre.


El 16 de mayo, las fuerzas paraguayas de la VI División de Infantería, con los regimientos “Acá Verá”, “Valois Rivarola” y “General Díaz”, atacaron sorpresivamente a los bolivianos del regimiento Castrillo en la Quebrada de Cuevo, ocupando poco después Mandyyupecuá. Los bolivianos contraatacaron con el propósito de salir a la retaguardia de las tropas paraguayas con el objeto de amarrar a estas en sus posiciones, pero las fuerzas paraguayas atacaron violentamente, siendo rechazados por el enemigo, que se retiró más hacia el este y al norte.

El 22 de mayo, el regimiento “Valois Rivarola” avanzó en una audaz aunque infructuosa maniobra, cortando el camino Yohay-Quebrada de Cuevo y aislando a varios regimientos y batallones bolivianos, que tuvieron que hacer un amplio rodeo, con el propósito de defender Yohay, la “llave de seguridad” de todo el sector, donde se concentraban las fuerzas enemigas sacadas de otros sectores. Luego de estas acciones, en ese sector ya no hubo novedades hasta el cese del fuego.


Ingavi, la puerta hacia la paz


El plan ofensivo del ejército boliviano era capturar el fortín Ingavi, para luego seguir hacia el este. Ingavi era un centro importante por el cual cruzaban los principales caminos como el de Santa Fe y Charagua y el de Ravelo a Roboré y Puerto Suárez, además de ser zona ganadera, cuya posesión en manos paraguayas significaba un serio riesgo a Roboré y a los caminos que conducían de Santa Cruz de la Sierra a Puerto Suárez, sobre el río Paraguay.


Para recuperar Ingavi (los paraguayos tenían la consigna de que ese punto no debía caer en poder del enemigo), los bolivianos atacaron tomando Pozo del Tigre, los paraguayos se replegaron para fortalecer la defensa de Ingavi. Para defender este punto, el comando paraguayo designó a uno de los mejores oficiales de su ejército, el teniente coronel José María Cazal, al frente de un destacamento, con los regimientos Batallón 40 y Corrales, en apoyo de los defensores de Ingavi, que el 4 de junio pasaron a la ofensiva, arrollando en varios frente a su enemigo, que ya estaba escaso de provisión de víveres y municiones, lo que les obligó a replegarse, prácticamente aniquilados. La noticia de que la VI División del boliviano fue destrozada por el ejército paraguayo, influyó decididamente en la concertación del armisticio firmado en la noche del 8 de junio y que llevó a la firma del Protocolo de Paz, el 12 de junio de 1935.


Un último intento de salvar a la VI División de Infantería boliviana fue el envío de una unidad de reserva que acudió en su auxilio, pero que fue sorprendida por los paraguayos y obligada a rendirse, siendo capturados su comandante, el teniente coronel Bretel, además de varios jefes. Cuando los bolivianos estaban preparando una nueva acción contra los paraguayos en Ingavi y mientras se realizaban otras acciones menores, como la de Pozo del Bárbaro y otras, llegó la noticia de que se había firmado el armisticio que ordenaba el alto el fuego por doce días.


“Sin agua y comíamos hojas y raíces de cualquier planta”

MARIANO ROQUE ALONSO. (Rocío Portillo, corresponsal). El único excombatiente de la Guerra del Chaco (1932-1935) sobreviviente en esta localidad es don Enrique Galeano Moreno. Nos recibió en su casa ubicada en el barrio Santa Librada y nos relató anécdotas de su experiencia durante la contienda.

Enrique Galeano Moreno vive en Mariano Roque Alonso. / ABC Color

El veterano se prepara para festejar sus 107 años el próximo 15 de julio. Según comentó, nació en el distrito de Santísima Trinidad, Itapúa. Se unió a Froilana Galeano (+) y tuvo nueve hijos.


Mantiene una extraordinaria lucidez. Dentro de su casa casi no se moviliza solo debido a su avanzada edad, pero es ayudado por sus familiares, que lo cuidan.


Tenía 17 años cuando se fue al frente de batalla con sus hermanos Fernando y Pablo. El primero había terminado su servicio militar en Bahía Negra y falleció en la guerra.


Comentó que tiempo después de la contienda, él y su hermano Pablo regresaron al “infierno verde” para buscar el cadáver de Fernando para darle cristiana sepultura.


El veterano mencionó que pasaron terribles momentos en otras batallas, pero lo peor fue cuando estuvieron 19 días en un monte, sin agua y sin comida. “Comíamos hojas de cualquier planta, raíces y para nuestra sed no había otra cosa que nuestro orín o plantas de cactus”, manifestó.


Relató que su hermano Fernando estuvo con el Tte. Adolfo Rojas Silva, cuando lo mataron los bolivianos. “Mi hermano atropelló un destacamento boliviano y mató al centinela, más tarde fue ejecutado por los bolivianos a causa de eso. Aquel hecho fue el que desató la guerra”, recordó don Enrique.


Don Galeano pasó momentos amargos durante la contienda; primero abriéndose camino en las picadas y los cañadones. Estuvo como conscripto en el establecimiento militar de Boquerón, rodeado de fieras y alimañas, rememoró.


+De ahí ingresó a la guerra porque justamente el regimiento “General Díaz”, donde prestaba servicio, fue el primero en protagonizar una de las más sangrientas batallas, la de Boquerón. “Muchísimos compatriotas murieron en esos primeros enfrentamientos por falta de armamento”, recordó finalmente.


Fuente: www.abc.com.py/


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