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Triple Alianza energética contra el Paraguay

  • Foto del escritor: R Itape
    R Itape
  • 11 jun 2017
  • 5 Min. de lectura

Desde la entrada en operación de la primera turbina generadora de la usina hidroeléctrica binacional de Salto Grande, construida por Argentina y Uruguay, las redes eléctricas de ambos países quedaron interconectadas. En junio de 2000 comenzó a operar la primera de las dos líneas de transmisión eléctrica de 500 kV construida por Argentina desde la usina de Yacyretá hasta la estación convertidora de frecuencia de Garabí (Brasil), la que a su vez está conectada a la usina binacional de Itaipú también por línea de transmisión de 500 kV. De esta forma, quedó concertada una triple alianza de integración energética, mediante la cual los tres países llevan a cabo transacciones de compra y venta de energía eléctrica según necesidades contingentes. Esto no tendría por qué incomodarle al Paraguay. Pero sucede que ninguno de los tres países socios dispone de excedente de electricidad para ceder al otro, siendo más bien todos ellos deficitarios en cuanto a la disponibilidad del vital insumo energético. Por tanto, la única electricidad de que disponen los tres países en sus redes interconectadas para su transmisión a precios de mercado es el excedente de electricidad paraguaya generada en Itaipú y Yacyretá, alzándose con siderales fortunas a través de transacciones comerciales de contingencia con la energía que nos escamotean.


Desde la entrada en operación de la primera turbina generadora de la usina hidroeléctrica binacional de Salto Grande, construida por Argentina y Uruguay, las redes eléctricas de ambos países quedaron interconectadas. A partir de junio de 2000, entró en operación la primera de las dos líneas de transmisión eléctrica de 500 kV, construidas por la Argentina desde la usina binacional Yacyretá hasta la estación convertidora de frecuencia de Garabí (Brasil), la que, a su vez, está conectada a la usina binacional de Itaipú también por líneas de transmisión de 500 kV. De esa forma quedó concertada una triple alianza de integración energética, mediante la cual los tres países llevan a cabo transacciones de compra y venta de energía eléctrica según necesidades contingentes.


Esto no tendría por qué incomodarle al Paraguay. Pero sucede que ninguno de los tres países socios dispone de excedente de electricidad para ceder al otro, siendo más bien todos ellos deficitarios en cuanto a la disponibilidad del vital insumo energético. Por su relativamente menor capacidad de generación (1.700 MW), la usina de Salto Grande no tiene excedente comercializable en el mercado tripartito. Por tanto, la única electricidad de que disponen los tres países en sus redes interconectadas para sus transacciones a precios de mercado es el excedente de electricidad paraguaya generada en Itaipú y Yacyretá.


En 2016, Itaipú generó 103.098.366 MWh, la mitad de los cuales pertenece a Paraguay. De esa mitad, nuestro país consumió menos de 15 millones, con lo que Brasil se llevó más de 36 millones de MWh a US$ 9 el MWh, para revenderlo a Argentina o Uruguay a más de US$ 100 el MWh, escamoteándonos así unos US$ 3.600 millones, solo el año pasado.


En 2016, Yacyretá generó un total de 21.676.668 MWh. De los 10.838.334 MWh que correspondían al Paraguay, nuestro país utilizó solo 2.458.949 MWh, llevándose la Argentina el excedente de 8.379.385 MWh a US$ 8,7 el MWh (US$ 72.900.650), para revendérselo a Brasil y/o Uruguay diez veces más caro de lo que nos pagó; despojándonos así de más de US$ 700 millones, solo el año pasado.


De modo que, solo en 2016, nuestros dos socios en las binacionales se alzaron con siderales fortunas a través de transacciones comerciales de contingencia con la energía que nos escamotean en las usinas binacionales con la manifiesta complicidad de nuestras anteriores y actuales autoridades, que, haciéndose las desentendidas, miran a otro lado mientras extienden la mano para recibir las coimas correspondientes. Antipatriótica actitud reminiscente de los legionarios paraguayos que guiaban a las tropas aliadas durante la infame Guerra contra la Triple Alianza. Guerra que, por lo visto, continúa hasta hoy, aunque no ya por medio de la fuerza, sino con la manganeta diplomática de nuestros verdugos de antaño, devenidos socios comerciales en la actualidad.

En un tiempo en que la seguridad nacional de los Estados descansa más en su pujanza económica que en su poderío militar, resulta inadmisible que el pueblo paraguayo, de épica extracción histórica, tenga que seguir tolerando la falta de patriotismo de sus corruptos gobernantes que, en vez de defender los intereses de la nación, buscan más bien beneficiarse personalmente a su costa.


La revisión del Anexo C del Tratado, 40 años después de firmado el mismo, era la oportunidad para que el gobierno del presidente Horacio Cartes rescatara nuestra soberanía energética que codiciosos antecesores suyos entregaron a la Argentina en la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Lamentablemente, ha optado por pasar a la historia de la nación como un traidor más entre los que lo han precedido en el cargo.


El plazo para la revisión del Anexo C del Tratado marcaba –y marca aún hasta que el Congreso Nacional se expida al respecto– el punto de no retorno en cuanto al rescate de nuestra soberanía voluntariamente entregada por los vendepatrias de ocasión, empezando con el dictador Alfredo Stroessner y la legión de traidores que desde el Palacio de López vienen manteniendo una actitud timorata y codiciosa que no condice con la integridad moral de la que dieron muestra los Padres de la Patria en defensa de nuestra soberanía en circunstancias mucho más difíciles que las que hoy enfrenta el Paraguay en el concierto regional de naciones.


Lo que, si fuera patriótico, debería hacer nuestro Gobierno es resistir por todos los medios a su alcance el embate de la diplomacia coercitiva de Argentina y Brasil, países que buscan mantener el statu quo de explotación a que han sometido al nuestro en las binacionales. En tal sentido, el objetivo de la política de reivindicación de nuestros derechos en las mismas no debe apuntar a contener la angurria geopolítica de nuestros poderosos SOCIOS –de por sí insaciables–, sino obligarlos a que actúen como tales y no como PATRONES, como lo han hecho hasta ahora.


Es de lamentar que, en el tiempo transcurrido, nuestro país no haya tenido la suerte de contar con un gobernante con sentimiento nacionalista capaz de exigir los dos derechos básicos que como socio en un 50% tenemos en las binacionales de conformidad con los tratados pertinentes: administración conjunta paritaria y libre disponibilidad de nuestra mitad de la electricidad generada en las usinas binacionales.


Por eso, el acomodo de intereses entre socios en pie de efectiva igualdad es el único curso de acción realista que tiene que buscar el Paraguay en las binacionales de cara al futuro, tal como está establecido en la usina binacional de Salto Grande que comparten Argentina y Uruguay. Y eso solamente puede ser logrado por nuestro país con estadistas y negociadores patriotas, y no con aquellos que bailan al son del tintineo de las monedas que les hacen sonar nuestros angurrientos vecinos.


Fuente: www.abc.com.py/


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