La política farandulera y los políticos faranduleros
- Por Antonio Carmona, Columnista
- 20 jun 2017
- 3 Min. de lectura

Estoy totalmente de acuerdo con la preocupación del senador Adolfo Ferreiro por el hecho de que se estén lanzando a la arena política, con cargos de importancia, en el Congreso nacional y los departamentales y municipales, personajes de la "farándula", haciendo referencia concreta en el caso de un chismeador o chusmeador mediático.
Pero vale la pena hacer primero una precisión semántica, sobre el significado de la palabra farándula; el Diccionario de la Real academia la define como: "Profesión de quienes se dedican al mundo del espectáculo, especialmente del teatro; Conjunto de personas que integran la profesión teatral. 3. f. Ambiente nocturno formado por personas famosas de distintos ámbitos, especialmente del espectáculo.
O la que no recoge el diccionario y es la que está más en boga en estos días, la del farandulismo del mundo del exhibicionismo, los chismes y las comidillas de los que están en la palestra mediática, los empresarios que han convertido el chisme en información y negocio del escándalo.
Vale la pena la diferenciación porque "la farándula" en Paraguay tiene un significado muy especial y unos cuantos héroes, bajo la batuta de la compañía De los Ríos. El amigo Adolfo Ferreiro conoce bien la historia de obras polémicas y censuras drásticas. Así que, precisando la palabra farándula, diferenciándola del significado actual de gente exhibicionista y escandalosa, como parte de una estrategia comercial, respetable como todo intento de ganarse la vida, pero que no responde a esa trayectoria secular del teatro crítico y de protesta, del desenfado social y de la confrontación con las convenciones sociales, en contraposición con el sentido actual de gente que trata de convertirse en protagonista de los escandaletes sociales.
Hago la precisión para diferenciar a los que por profesión debemos estar en la cotidiana exposición y la polémica pública, de quienes hacen del escándalo público una profesión. Es necesaria y creo que hay que ponerla en la palestra porque hoy en día hay una confusión que hace incluso que los profesionales de la prensa oscilen entre la farándula crítica y la farándula del escándalo.
Para ponerlo en la palestra con claridad, el intendente Mario Ferreiro o el nuevo candidato Rubén Rodríguez, vienen de una tradición de show y de comunicación; la mayoría de los que hoy se candidatan como políticos vienen de la nueva significación de farándula: escándalo, chismes, exhibicionismos. Y, a veces es difícil diferenciarlas; así que vale la pena el debate para la precisión.
Los comunicadores de trayectoria no son "exhibicionistas faranduleros", sino que están en contacto con la gente. El tema es hacer la diferenciación entre un profesional formado en un espacio crítico, y los protagonistas alegres de un espacio público acrítico, en que lo que vale es poner candidatos que puedan captar votos y no que puedan contribuir a una mejor política.
Si miramos la composición de las cámaras legislativas desde el inicio de la transición hasta aquí, el retroceso de la calidad de los legisladores es abrumador. Por poner un ejemplo, del senador Waldino Ramón Lovera o el senador Rodrigo Campos Cervera, al diputado Portillo hay un abismo, mucho más grande e intransitable que el mítico Jordán; Waldino y Rodrigo lo atravesaron con luchas, penurias y fatigas, con un discurso político democrático, coherente y crítico. ¿Cómo y gracias a quién lo atravesó Portillo?
¿Cuál es la diferencia entre un Mili y un Portillo? Me temo que el farandulero sale ganando lejos, tanto en conocimiento como en dominio elemental del lenguaje, sin hablar ya del idioma en cuestión, el español, el guaraní o el inglés.
El tema de fondo es que para proponer candidatos debe haber detrás un partido, o un movimiento político o una alianza. Son, en última instancia los partidos, los que definen quiénes integran las listas y quiénes van a ser los coronados, pese a que su corona apenas alcance las largas orejas que ponían en los colegios a los burros como castigo. Era un poco salvaje, pero es más salvaje la política nuestra de cada día que en vez de ponerlos castigados de cara a la pared con las orejas representativas de su ignorancia, los ponen como candidatos a cargos importantes y determinantes para el destino del país.
Ya ni siquiera les queda la disculpa de la madre de Morínigo que, según cuenta la leyenda política, que el amigo Adolfo conoce bien, cuando le dijeron que su hijo había sido elegido presidente, se disculpó ante el país: "si me lo hubieran dicho antes lo hubiera enviado al colegio".
Fuente: www.lanacion.com.py