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Pacto entre sinvergüenzas y candidatos

  • Foto del escritor: R Itape
    R Itape
  • 1 jul 2017
  • 4 Min. de lectura

El presidente de la ANR, Pedro Alliana, presentó al precandidato cartista a la presidencia de la República, Santiago Peña, a un grupo en el que se encontraban los conocidos como “magos de las finanzas” de la Dirección de Aduanas. Allí estuvo gente como Gustavo Kirmser, Javier Agüero y los demás aduaneros multimillonarios que, con olfato fino, ya conformaron previamente un “Comando aduanero del movimiento Honor Colorado”, a fin de plegarse a la campaña electoral del candidato cartista. Términos tan utilizados por los agentes gubernamentales como “nuevo rumbo” y “honor” no son compatibles con la actividad y personalidad de los ladrones de las aduanas de la República. Si hay un lugar en el país donde jamás se cambió de rumbo, ese es, precisamente, la Dirección Nacional de Aduanas. Si hay un organismo público donde el honor no vale un centavo, esa es la Dirección Nacional de Aduanas. Si Santiago Peña quiere ganar credibilidad, debe distanciarse desde ahora de quienes pueden manchar su nombre y su futura gestión. Porque, así como viene andando, en tan mala compañía, los ciudadanos y las ciudadanas ya tienen clara la película y sabrán a qué atenerse en las próximas elecciones.


El presidente de la ANR, Pedro Alliana, presentó al precandidato cartista a la presidencia de la República, Santiago Peña, a un grupo en el que se encontraban los conocidos como “magos de las finanzas” de la Dirección de Aduanas. Allí estuvo gente como Gustavo Kirmser, Javier Agüero y los demás aduaneros multimillonarios que, con olfato fino, ya conformaron previamente un “Comando aduanero del movimiento Honor Colorado”, a fin de plegarse a la campaña electoral del candidato cartista.


Términos tan utilizados por los agentes gubernamentales como “nuevo rumbo” y “honor”, no son compatibles con la actividad y personalidad de los ladrones de las aduanas de la República, con gente que figura en planilla recibiendo como salario tres millones de guaraníes pero mostrando capacidad para adquirir residencias de 350.000 dólares y pagar mil dólares semanales de cuota por un automotor de lujo.


Si hay un lugar en el país donde jamás se cambió de rumbo, ese es, precisamente, la Dirección Nacional de Aduanas. Si hay un organismo público donde el honor –entendido como la virtud que nos sujeta a los deberes éticos fundamentales– no vale un centavo, ese es la Dirección Nacional de Aduanas. Y es precisamente con ilustres representantes de sus peores funcionarios, con esta calaña de personas, con quienes el precandidato cartista fue a abrazarse. Y eso que Santiago Peña no puede afirmar que desconoce la “magia” del enriquecimiento de estos sinvergüenzas, puesto que fue hasta hace muy poco tiempo ministro de Hacienda, la cartera de Estado de la cual dependen, al menos formalmente, las famosas Aduanas.


En este momento no puede saberse si al precandidato Peña ya comenzaron a gustarle esta clase de compañías o solamente las tolera en pro de un resultado perseguido por él. Hasta hace poco, Peña no hubiese arriesgado la pulcritud que toda persona decente quiere proyectar a la sociedad accediendo a aparecer con gente de dudosa reputación frente a una cámara periodística. Pero parece que el inevitable precio de la ambición política es tener que tragarse muchos sapos. Se diría que el señor Santiago Peña ya sabe a qué atenerse y cómo conducirse en lo sucesivo con relación a cuanto tenga que ver con el logro de sus ambiciones.


Por cierto, los aduaneros corruptos deben constituir una formidable fuente de apoyo financiero para una campaña electoral en la que se tendrá que invertir mucho dinero. La pregunta que surge espontáneamente, aunque formulada de un modo un tanto ingenuo, es: ¿qué mueve a los aduaneros más ricos del país a apoyar al candidato de Cartes? Una de dos: o los otros posibles candidatos –Juan Afara y Mario Abdo Benítez– no les inspiran confianza para mantener sus beneficios y su impunidad, o el precandidato Peña les acaba de prometer precisamente eso.


Lo que es digno de resaltar es que el “nuevo rumbo” de Cartes, de este presidente que juró combatir y derrotar a la corrupción que permea todas las capas de la Administración Pública, no resultó más que otro fiasco; el “nuevo rumbo” nunca constituyó un programa de Gobierno, sino apenas un eslogan publicitario. O bien, en el hipotético caso de que alguna vez Cartes haya pensado verdaderamente encaminarse por un “nuevo rumbo”, no le dio “el cuero”, no pasó del vano intento de un gobernante completamente incapaz de obtener un solo triunfo en dicha supuesta confrontación entre honestidad y “honor colorado”, por una parte, y contrabando, coima, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias, por la otra. O nunca se propuso buscarlo realmente. Porque, mientras su delfín realizaba sus cuestionables reuniones en Asunción, el propio Cartes hacía lo propio en Canindeyú, teniendo entre sus anfitriones a la diputada Cristina Villalba, conocida como la “Reina del Norte” y vinculada con políticos de dudosa reputación en la zona, a quien el Primer Mandatario se refirió en esta ocasión como “la patrona”. Arrojó así otro puntito de claridad para entender su “nuevo rumbo”.


Mientras tanto, la reunión de Alliana y Peña con los magos de las finanzas de la Dirección de Aduanas se realizó en la sala de sesiones de la ANR, de tal suerte que el mismo Partido Colorado quedó salpicado con la inmundicia. Los demás colorados, los que no hacen parte de esta oscura asociación de conveniencia recíproca entre candidatos y coimeros, debieron protestar ante la Junta de Gobierno, al menos para dejar a salvo sus reputaciones y hacer la diferencia con aquellos colorados que la perdieron o a quienes ya no les importa nada. Pero no protestaron. Así que, si se diese que Peña ganara alguna vez una elección, ningún colorado podrá dejar de pensar que lo logró mediante el dinero robado al Estado por los aduaneros y otros sinvergüenzas que, de seguro, ya estarán formando filas para contribuir.


Si Peña tiene realmente intenciones de ser presidente de la República y por acaso lo logra, tendrá que trabajar con esta clase de gente, como lo hace su mentor. Que no nos venga después este señor a recitar homilías morales y a explicar cómo de honesto se propone ser en el Gobierno, porque hará el ridículo.


Si Santiago Peña quiere ganar credibilidad, debe distanciarse desde ahora de quienes pueden manchar su nombre y su futura gestión. Porque, así como viene andando, en tan mala compañía, los ciudadanos y las ciudadanas ya tienen clara la película y sabrán a qué atenerse en las próximas elecciones.


Fuente: www.abc.com.py/


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