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Agricultura: La muerte de un modelo

  • Foto del escritor: R Itape
    R Itape
  • 28 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

En este espacio editorial nos gusta poner de vez en cuando una luz cenital sobre los temas que aún no son motivo de debate en las esferas políticas que, por el momento, prefieren el reñidero pre y postelectoral. Uno de esos temas es la muerte lenta de un modelo agrícola medieval que aún subsiste en el Paraguay. Es sabido que en el mundo, cada vez menos gente vive de la agricultura. En 1980, la mitad de la pobla­ción económicamente activa (PEA) se dedicaba a la agricultura. En 2010, había caído al 40%, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).


Pero esas cifras se van achicando y comprimiendo a medida que se mide en países en los que la transformación recién está empezando, como en el Paraguay (25% de la PEA), en los que se ha acentuado como en Chile, Brasil y Uru­guay (11%) o el más cerrado de todos, Argentina, que tiene un 7% de su PEA en agri­cultura. ¿Qué ha pasado en nuestro vecino sureño para que se produzca semejante transformación, ya que en los años ‘80 tenía el doble de gente trabajan­do en el agro?


El Institu­to Nacional de Tecnolo­gía Agropecuaria (INTA) tiene un interesante es­tudio que comienza ex­poniendo que “el sujeto agrario del siglo XX era el productor rural que concentraba en sí mis­mo la propiedad de la tierra y las maquinarias, poseía el capital nece­sario para enfrentar las campañas de siembra (o bien asumía la deuda) y era el responsable de la gestión agrícola y empresarial de su producción”. En cambio en el siglo XXI, agrega el INTA, impera un modelo en el que la producción está “centrada en una compleja red de agentes vinculados por una multiplicidad de contratos, donde los riesgos se reparten y se incrementa la interdependencia en la toma de decisiones”.


Los facto­res que alientan este modelo son: a) Una actitud claramente positiva hacia la incor­poración de tecnología, desde la siembra directa hasta la agricultura por ambientes. b) Una neta vocación por la productividad, sin subsidios de ningún tipo en busca de los mejores rindes en su producción. c) Capacidad para asumir el riesgo contem­plando las contingencias de la incertidumbre climática, la volatilidad de los precios o la dinámica de los mercados. d) No busca el refugio de la protección estatal y acepta el juego de integrar una cadena global agroalimentaria. e) Incorpora conocimientos para la gestión, que no se limita a lo agropecuario sino que se expande al manage­ment empresario. Y f) Incorpora innovación y motivación emprendedora.


Este es el presente y el futuro de la agricultura como generadora de comida para una humanidad creciente. Para medir los extremos digamos que Alemania tenía en 2010 unas 661.000 personas dedicadas a la agricultura (1,8% de su PEA) para alimentar 81 millones de alemanes.


Ese año, 831.000 paraguayos seguían dedicándose a la agricultura para abastecer a 7 millones de personas. Y seguimos importando comida. Sólo en mayo pasado compramos afuera 9.800 toneladas de tomates, locotes, cebolla, papa y hasta hierbas medicinales, según el boletín del Senave. Si este inconmensurable y trá­gico atraso no preocupa a la política es difícil saber qué realmente puede llegar a interesarle.


Fuente: www.5dias.com.py/


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